Aven del Mas de
Rouquet: balcón de acceso al lago.
Además de la Grotte
de Trassanel y la Grotte
de l’Aspege, durante nuestro viaje por tierras francesas este pasado
agosto, también visitamos el Aven del Mas de Rouquet. Para acceder a la cavidad
hay que ponerse en contacto con el dueño del terreno donde se abre la boca, ya
que se sitúa en una finca privada y cercada. Monsieur Lambert, muy amablemente nos
acompañó hasta el aparcamiento más cercano a la cueva y mostro curiosidad por
la topografía del año 1889, que le mostramos y le entregamos.
Luis junto a l’Obélisque (Foto: Lydie Babin).
Podemos llegar a la zona desde
las poblaciones de Caylar, al norte, o desde Saint-Pierre-de-la-Fage, al este. Esta
cavidad es modesta en cuanto a espeleometría, pero en su zona final está muy bien
representado el fenómeno reconstructivo, albergando buenos espeleotemas. De ellas
destacan l’Obélisque: gran estalagmita de 15 m. y la zona del lago, con
sus verdosas y cristalinas aguas y las coladas que le acompañan.
Nuestra visita a esta cavidad se
debe a las fotografías que vimos en el blog del fotógrafo e hidrogeólogo Philippe Crochet, al que tuvimos
el placer de conocer el día siguiente en el refugio de La Salle junto a
otra eminencia de la espeleología y la exploración: Michael Renda.
Vertical de entrada a
la cavidad.
La sima se abre por tres bocas,
dos de ellas muy amplias, y que inciden sobre una bella sala iluminada y con las
paredes cubiertas de musgo y el suelo de lengua de ciervo. Es un lugar de una
belleza excepcional. En el fondo de la sala existe un muro de piedra con una
puerta, muy curioso. Pero más curiosa es la construcción que se encuentra tras la
puerta. Se trata de una cava donde en tiempos pasados curaban quesos. Para ello
descendían la vertical de entrada de 9,5 m. con ayuda de troncos y maderas.
Rincón con gours y pináculos.
La primera parte de la cavidad no
presenta mayor interés, con pequeñas salas unidas por cortos pozos. Pero tras descender
la cuarta y última vertical llegamos a un piso con bastante desarrollo y formaciones
muy diversas. Allí, en un rincón vimos gours y multitud de pináculos coraloides
subacuáticos, más adelante algunas columnas salpican la galería. Así alcanzamos
la amplia sala de l’Obélisque, donde una enorme estalagmita, que da nombre
a la sala, se eleva hacia una alta cúpula.
L'Obélisque.
Pero en la parte final de esta
sala todavía podremos llegar a un bonito lago y un par de salas muy
concrecionadas, no sin antes ascender un expuesto resalte que pone a prueba
nuestras destrezas como escaladores. Muchas fotos son lo que nos piden estos
espeleotemas. La verdad que se trata de una pequeña cueva, muy apta para la
iniciación, pero que es digna de visita, aunque evidentemente no pueda ser el
motivo principal de un viaje hasta l’Hérault desde nuestras tierras.
El lago.